La depresión como estado: ¿Soy depresivo o estoy depresivo?



Lic Sofía La Colla

La depresión es uno de los problemas en salud mental más frecuentes a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. Según las características de cada persona y la ayuda terapéutica que pueda pedir y/o recibir desde que se perciben los primeros síntomas, puede llegar o no a hacerse crónica, lo cual conlleva dificultades en el trabajo o la escuela y la capacidad para enfrentar la vida diaria.

La tristeza es una emoción esperable que todos podemos sentir en algún momento de nuestras vidas a partir de situaciones de la vida cotidiana tales como: pérdidas, abandonos, fracaso. etc. Bajo determinadas circunstancias el modo en que nuestro cerebro procesa estas situaciones que nos generan tristeza, puede ser disfuncional, manifestándose con síntomas que pueden afectar áreas de nuestra vida personal, laboral, y social.

Según el Manual Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) los criterios a tener en cuenta para su diagnóstico son el registro de al menos 2 de los siguientes síntomas sostenido en un periodo de tiempo: disminución o aumento del apetito; insomnio o hipersomnia; sentimiento de fatiga o falta de energía; baja autoestima; dificultades para tomar decisiones, para concentrarse y para la atención; sentimientos de desesperanza, entre otros que pueden ir variando según la persona y sus características y en el contexto en el cual se desenvuelve.

Dado las características de esta problemática se necesita un tratamiento de forma integral para el desarrollo de estrategias de intervención eficaces para su abordaje.

Dentro de los tratamientos posibles, nace de la mano del conductismo la activación conductual, una de las estrategias de intervención que utilizamos los psicólogos con orientación cognitiva-conductual que han probado ser eficaces en el tratamiento de la depresión y sus diferentes modalidades.

La activación conductual (AC) es un abordaje de tratamiento en donde se aumenta de forma gradual los contactos con fuentes de gratificación (esto es, actividades que generan placer a la persona), bajo la premisa de que ante situaciones de gran malestar la persona se retira de las situaciones que le generan sensación de logro, reduciendo la capacidad de experiencia del sentimiento de logro y/o placer. Nuestro estado anímico es dinámico y se sostiene por el nivel de placer y el nivel de logro.  La propuesta que hace la AC es la de romper ese circuito de “tristeza-inacción-tristeza-inacción”.

Lo que la AC propone es el registro y realización de actividades que se conectan con los valores e intereses personales de cada persona, en diversas áreas vitales, haciendo hincapié  en la modificación de la conducta como medio para el cambio. Por ejemplo, supongamos que una persona manifiesta como un valor “ser un buen referente para mis hijos e hijas”. Se propondrá entonces  identificar en conjunto con el profesional, actividades que representen ese valor, tales como compartir tiempo con ellos, dar paseos en familia, etc

Por medio de la AC se identifican aquellos patrones que pueden estar manteniendo la depresión y promueve incrementar actividades placenteras o productivas con la subsecuente mejora en el estado de ánimo (Bottonari, Roberts, Thomas y Read, 2008; Dimidjian, Martell, Addis y Herman-Dunn, 2008; Martell et al., 2010).

En la práctica del consultorio con los pacientes con estas características, lo que comenzamos a hacer en principio es planificar en conjunto una ficha con actividades que fomenten el logro o el placer y lo conecten con lo útil de ello, realizándolas de forma gradual y con un seguimiento del profesional. Estas actividades son siempre en función de cada persona en su propia individualidad y subjetividad y relacionadas con sus temáticas de interés y disfrute antes del estado depresivo. ¿Por qué lo llamamos estado? Porque la persona está deprimida, no es un depresivo/a, y lo está en función de lo que está haciendo con eso que le está pasando. Desde la terapia cognitiva conductual, nuestro objetivo principal es la modificación de los pensamientos distorsionados que se consideran la causa de la problemática. En el caso de la depresión, además,  la modificación de las conductas que estamos llevando a cabo para salir adelante y no sentirnos más deprimidos, que a veces resultan disfuncionales y sostienen el estado depresivo.

Hay algunos mitos que circulan en relación a la depresión que me gustaría que desmitifiquemos juntos. La depresión no tiene que ver con falta de voluntad de la persona, La persona no va a mejorar “Poniéndose las pilas”: hay que aplicar un tratamiento focalizado en la depresión con profesionales con formación en la materia.

Las quejas en la depresión no deben ser minimizadas. Cada declaración que haga la persona debe ser tenida en cuenta y tomada como tal. En caso de que alguna de ellas puedan dar indicio de ideas o tendencias suicidas, siempre es importante consultar con un profesional idóneo para que pueda evaluar el riesgo, en caso de que exista.

Como familiares o entorno cercano de personas con depresión, lo importante es alentar a llevar a cabo las tareas intercesión que armen de mutuo acuerdo con el profesional tratante. Acompañarlos sin presionar en este periodo, respetando los tiempos individuales de cada persona es crucial para un mejor pronóstico a futuro.

En relación con la evidencia empírica de este tratamiento se cuenta con numerosos estudios que demuestran su efectividad en la disminución de los síntomas depresivos, demostrando que la AC ha de ser muy útil en el campo de la psicología clínica y ha demostrado su apoyo empírico., permitiendo tener alternativas eficaces para el tratamiento de las personas que sufren de depresión.

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