¿Cuándo el estrés es perjudicial para nuestra salud?




Lic.Marcela Gil García


Luego del receso vacacional, retomamos nuestras actividades laborales y responsabilidades y no tardamos en afirmar que volvemos a estar  estresados. Empleamos la palabra “estrés” de forma cotidiana, dicho concepto es poco comprendido  ya que se ha generalizado de modo excesivo,  se lo ha desvirtuado haciendo hincapié únicamente en sus aspectos negativos. Generalmente confundimos el estrés con diferentes emociones que consideramos negativas como el miedo, el enojo, o la tristeza.  El estrés puede incluir estas emociones, pero en realidad se trata de un proceso más amplio, un proceso de adaptación, comencemos por describirlo.

La OMS (Organización Mundial de la Salud) lo define como el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para la acción.
En el estrés reside un recurso que nos mantiene alerta ante los cambios del ambiente que pueden suponer un peligro para nosotros, anticipando las necesidades y los recursos necesarios con que debemos contar para afrontarlos. Luego,  nuestro organismo reestablece sus niveles basales, sin mayores consecuencias para la salud, hasta aquí hemos descripto lo que llamamos  estrés adaptativo, es decir una sobreactivación momentánea y pasajera que nos resulta útil,  el problema radica  si ella se vuelve muy intensa o duradera, prolongándose  por largos periodos.

El estrés crónico puede ser definido entonces como un proceso que se dispara ante demandas ambientales que superan la capacidad de respuesta del individuo, sometiendo a nuestro cuerpo a un sobreesfuerzo prolongado, este tipo de estrés, sí representa una amenaza seria para la salud y el bienestar del sujeto, especialmente son dos los sistemas más perjudicados: el cardiovascular y el inmunológico.                 

El estilo de vida que llevamos y los contextos con los que interactuamos, son factores mediadores y moduladores en el proceso de cronicidad del estrés. Nuestras conductas y hábitos suele ser muy importantes ya sea atenuando o potenciando el proceso de estrés, con el consecuente impacto en la calidad de vida. En consecuencia, nuestros comportamientos pueden contribuir a un estilo de vida que resulte en un mayor nivel de estrés y desarrollar un patrón caracterizado por reacciones emocionales y síntomas de estrés crónico como por ejemplo falta de entrenamiento físico, largas horas de trabajo, aislamiento social, el consumo de tabaco, excesivo consumo de alcohol, de calorías y grasas saturadas.

La persona que padece  de estrés crónico hace abuso de conductas  que parecen estar dentro de lo aprobado o permitido socialmente. Todo en su justa medida trae consecuencias beneficiosas, pero los excesos nos llevan a lo contrario. Una conducta en exceso afecta y trae consecuencias, entre otras cosas, porque el exceso de una conducta implica el déficit de otra  y por supuesto  el desgaste físico y emocional de que algo hecho con mucha frecuencia puede perder hasta su cualidad de placentero.
La persona que hace un exceso por ejemplo de su actividad laboral no tiene conciencia de las consecuencias negativas en su salud, el hecho de no parar de trabajar es reforzado socialmente y económicamente, es decir la conducta desmedida es naturalizada. El individuo que no puede dejar de trabajar, el que no se detiene siquiera para comer para terminar tareas o adelantar trabajo, empieza a tener gradualmente un cansancio que al poco tiempo se convierte en agotamiento. , el sujeto no se percata del mismo y se va habituando a una exigencia física y psíquica cada vez mayor. A largo plazo, esto enferma. Notamos que incluso se pierde la capacidad de disfrute de otras actividades diferentes al trabajo.
Una buena estrategia para empezar a trabajar el estrés crónico es registrar los pensamientos y creencias que tenemos respecto a las conductas que realizamos en exceso y de los métodos de afrontamiento que poseemos. El objetivo de este registro radica en modificar con reestructuración cognitiva esas ideas erróneas, procurando  generar pensamientos alternativos más funcionales que favorezcan metodologías más eficaces y saludables, logrando de esta forma reducir el nivel de estrés. En general los pensamientos de las personas que padecen estrés crónico o patológico son distorsionados, por ejemplo  una persona adictas al trabajo podría pensar: “si no me esfuerzo al máximo, nunca alcanzaré el éxito”, “Si no duermo un par de noches para terminar los informes del trabajo, no pasa nada, después lo recupero”, es decir, generan una manera de ver algo como eficaz cuando en realidad, no lo es.
Existe evidencia científica suficiente en cuanto al impacto negativo del estrés crónico en la vida de las personas y cómo nuestras propias conductas  pueden empeorar aún más el estrés o mejorarlo si se modifican adquiriendo hábitos más saludables. Lo bueno de esto es que es un factor altamente modificable, lo cual permite entonces que las personas aprendamos maneras saludables de vivir y esto devenga en una buena salud física y psíquica. Es importante entonces tener en cuenta una buena alimentación, entrenamiento físico, un horario de sueño nocturno de al menos ocho horas, la inclusión de meditación,  relajación y técnicas para disminuir la ansiedad, y poner énfasis en la disminución de los excesos de cualquier conducta, tomarse la vida buscando términos medios, tratando de mantener un balance en las diferentes áreas vitales, esto nos mantiene sin lugar a dudas más saludables.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿De qué se trata el Síndrome de Procusto?

Síntomas y tratamiento del Trastorno de Estrés Postraumático

Pan para hoy, hambre para mañana