¿Qué hacer cuando hay algo que hacer? Sobre le procrastinación
¿Qué sucede cuando intentamos concentrarnos en una tarea que nos parece importante o necesaria, pero nos vemos enredados en la postergación constante? En estas situaciones, pareciera ser que tomar un café, poner música, chequear redes sociales, o mirar alguna serie tomaran un protagonismo tan importante que nos llevan a enfocar nuestra atención allí, demorando lo que consideramos realmente importante o necesario hacer. De este modo, el tiempo pasa y la persona se encuentra frente a la incapacidad de comenzar con aquello que se había propuesto.
Pérez Guzmán David, psicólogo clínico de Barcelona, en uno de sus múltiples trabajos, define a la procrastinación como “la tendencia a posponer el inicio o conclusión de cualquier tipo de acción o decisión indefinidamente teniendo uno intención de realizarla, resultando habitualmente en diversos problemas y un gran malestar subjetivo para el que procrastina”.
De este modo, perderse en los caminos inciertos de la procrastinación conduce a que la persona que se encuentra enmarañada en esta situación, se sienta mal consigo misma.
El conflicto radica en que la persona que procrastina, es conciente de esto, es decir, se da cuenta que fracasa en la regulación de su conducta. Entonces, si es conciente de esta situación y de que la misma le genera padecimiento. ¿Por qué procrastina?
Desde una perspectiva clínica diremos que una persona procrastina como modo de evitar una actividad o tarea que le genera ansiedad o emociones negativas. Entonces advertiremos que no se trata simplemente de pereza o de “dejar para mañana lo que deberíamos hacer hoy”.
Así, puede que la persona haya comenzado con tiempo a planificar cómo llevar a cabo aquello que considera importante, que haya establecido un momento en el que comenzar. Pero al acercarse ese momento, y notar que no logra concentrarse en aquello que se ha propuesto, comienza a sentirse ansiosa y culpable por no haber comenzado. Nota que ha desplazado su atención sobre actividades que le proporcionan placer fugaz e inmediato y no sobre lo que considera verdaderamente importante o valioso.
Es importante aclarar en este punto, que las consecuencias de la procrastinación varia de persona a persona, dando lugar a diversa sintomatología en cuanto a manifestación e intensidad.
Así la persona comienza a tener pensamientos sobre sí misma que se caracterizan por ser catastróficos, pues la inunda la sensación de fracaso. Junto a estos, es posible que aparezcan pensamientos relacionados con la poca valía de uno mismo y el autor reproche. Es habitual escuchar en el consultorio, pacientes con esta dificultad, decir: “…no soy capaz de hacerlo”, “debía haber comenzado antes”, “estoy haciendo todo, menos…”
Estos pensamientos se caracterizan por ser fuertemente negativos y por generar un alto auto-rechazo y malestar con uno mismo. De este modo el estado de ánimo negativo y los pensamientos negativos se retroalimentan, generando que el auto concepto de la persona sufra las consecuencias.
En la clínica, generalmente, observamos en las personas procrastinadoras, sintomatología ansiosa y dificultades en su autoestima, lo que afecta negativamente a su bienestar emocional y genera dificultades en su rendimiento/desarrollo.
La terapia cognitivo-conductual, terapia basada en evidencia, ofrece algunas herramientas para trabajar sobre esta dificultad. Se centra en los pensamientos, emociones y conductas, ayudando a flexibilizar los pensamientos y ofreciendo herramientas conductuales para mejorar, de ese modo, las emociones negativas. Así acompaña a la persona a que pueda acceder a una mayor capacidad de reacción conductual adecuada, mejorando su calidad de vida.
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